Hallamos una interesante crítica contra la anulación de la democracia por ideas erróneas, como que todos pueden votar y que todo voto vale igual, sin importar cuantos impuestos pagas o la formación que tengas:
(...) Si observan a un mendigo en la esquina de una calle, lo identifican con un holgazán; en la economía política, se convierte en un «consumidor soberano». Si oyen la doctrina comunista de que toda propiedad debe pertenecer al Estado, la rechazan con énfasis y opinan, sinceramente, que deberían luchar a muerte contra el comunismo; pero, en la economía política, hablan del deber del Estado de emprender «una redistribución justa de la pobreza» y de los empresarios como los mejores y más eficientes fideicomisarios de los «recursos naturales» de la nación. (...).
En pocas palabras dice que permitir que todos voten sin importar quien sea, y su opinión sin sustento ni valor sea igual la tuya, es la destrucción de toda nación, lo hemos visto al ser entrevistados los morenistas, no saben nada de lo que hace el dictador, sólo quieren dinero fácil.
(...) se debe empezar por identificar la naturaleza del hombre, es decir, aquellas características esenciales que lo distinguen de otras especies vivientes. La característica esencial del hombre es su facultad racional. La mente del hombre es su medio de supervivencia básico, su único medio de adquirir conocimiento. (...).
(...) El hombre es la única especie viviente que puede transmitir y expandir su provisión de conocimiento de generación a generación; pero esa transmisión requiere un proceso de pensamiento de cada individuo que lo recibe. Así lo atestiguan los colapsos de la civilización, las épocas oscuras de la historia en el progreso del hombre, cuando el conocimiento acumulado de varios siglos desapareció de las vidas de los hombres que no tuvieron la capacidad o la voluntad para pensar, o que se les prohibió. (...).
(...) pueden sobrevivir (temporalmente) saqueando los bienes producidos por otros; pero esos otros tuvieron que producirlos, o nadie habría sobrevivido. (...).
Si no se puede ejercer el derecho de propiedad no se puede ejercer ningún otro derecho.
¿Tiene el hombre derecho a existir en su propio beneficio, o nace en la esclavitud, como siervo no remunerado que debe seguir comprando su vida sirviendo a la tribu pero no puede adquirirla nunca libre y completamente? El capitalismo y el cristianismo son las únicas filosofías que responden si, el hombre es libre.
Los derechos sólo son vulnerados por la fuerza. el Estado debería de proteger al hombre de la fuerza física y hacer eso, y limitarse a eso.
El derecho a discrepar es el más importante y valioso, la autora cree que éste es lo que facilita la mente creativa.
La autora desprecia el bien común como pretexto comunista para la eliminación de la libertad, como un bien moral, pero que en estricto sentido no es bien común ni interés público.
La autora niega la tribu y dice que los pueblos sólo son un conjunto de individuos.
El bien común es una consecuencia posible del bien individual.
Considera que las tiranías del comunismo surgen de creer que el bien común es prioridad (o como se cree conseguir) y como accesorio y no prioridad el bien individual.
El capitalismo es la única doctrina económica que sostiene que bien y mal son realidades objetivas: (...) La teoría objetiva sostiene que el bien no es ni un atributo de las «cosas en sí mismas» ni de los estados emocionales del hombre, sino una evaluación de los hechos de la realidad por parte de la consciencia del hombre de acuerdo con un estándar racional de valor (racional, en este contexto, significa derivado de los hechos de la realidad y validado por un proceso de la razón). La teoría objetiva sostiene que el bien es un aspecto de la realidad en relación con el hombre, y que debe ser descubierto, no inventado, por el hombre. Para una teoría objetiva de los valores, es fundamental la pregunta: de valor, ¿para quién y para qué? Una teoría objetiva no permite prescindir del contexto o del «robo de conceptos»; no permite separar el «valor» de la «finalidad», el bien de los beneficiarios y los actos del hombre de la razón. (...).
(...) Si un hombre cree que el bien es una cuestión de elecciones arbitrarias y subjetivas, el asunto del bien o del mal se reduce, para él, a una cuestión: ¿mis sentimientos o los de ellos? (...).
Dice que Adolf Eichmann era un criminal nazi porque era katiano, un relativista del bien y del mal.
Yo diría que ni el mismo Dios obliga a las personas a hacer lo correcto, deja a su elección muchas cosas. Desde luego que ésto no quiere decir que nosotros permitamos delitos impunemente, con independencia de si nos afectan o no directamente. Nos habla más bien de libertades económicas.
(...) El reconocimiento de los derechos individuales conlleva reconocer que el bien no es una abstracción inefable en alguna dimensión sobrenatural, sino un valor que pertenece a la realidad, a esta tierra, a las vidas de los seres humanos como individuos (téngase en cuenta el derecho a buscar la felicidad). (...).
(...) Pero si el potencial intelectual de un determinado hombre apenas le basta para disfrutar de los relatos románticos, no hay razón por la que deba gastar sus magros ingresos, el producto de su esfuerzo, en libros que no puede leer, o en subvencionar a la industria aeronáutica si sus necesidades de transporte no van más allá de la bicicleta... Los valores no son determinados por decreto ni por el voto de la mayoría.)
Igual que el número de sus adeptos no es una prueba de la verdad o la falsedad de una idea, del mérito o el demérito de una obra de arte, de la eficacia o la ineficacia de un producto, tampoco el valor de los productos o servicios del libre mercado representa por fuerza su valor filosóficamente objetivo, sino sólo su valor socialmente objetivo, es decir, la suma de los juicios individuales de todos los hombres involucrados en el comercio en un determinado momento, la suma de lo que ellos valoraron, cada uno en el contexto de su propia vida. (...).
Según sea el día y el momento: Un objeto puede ser valioso para alguien, pero hasta entonces no debería gastar en él como exige el seguro social.
Hoy no necesita un microscopio, hoy necesita una barra de labios, pero el día que lo necesita paga el uso del microscopio para una análisis clínico, pero no compra el microscopio.
Dinamarca es un infierno, porque el sistema de salud, consuma gran parte de los ingresos de todos los daneses.
Imagina lo antidemocratico que sería cobrarle pagar un hospital entero que no usa, o un viaje a la luna que no le interesa, así roba el gobierno, así nos roba un político por el que no votamos que usa nuestros impuestos para proyectos inútiles y costosos como una refinería, un aeropuerto pésimo y aislado o un tren en una selva: (...) no se le cobran impuestos para financiar un hospital entero, un laboratorio de investigación o un viaje en nave espacial a la Luna. (...).
No tenemos un deber social, al menos con pagar proyecto si sentido que no nos interesa y no necesitamos bajo el engaño de que lo vamos a necesitar o podríamos necesitar. No tenemos porque pagar lo que usan otros, eso es esclavitud.
Si quiero gasolina la compro refinada de Estados Unidos, no necesito construir una refinería costosa, si sólo quería un poco de gasolina, es absurdo decir que tengo que esperar a una refinería en México para comprar gasolina barata.
Si quiero un refrigerador no compro una fabrica de refrigeradores. Todo ésto es de sentido común, hasta que se llega a los abusos de los grandes gobiernos.
(...) Éste es el significado moral de la ley de la oferta y la demanda; representa el rechazo total de dos doctrinas malignas: la premisa tribal y el altruismo. Representa el reconocimiento de que el hombre no es la propiedad ni el sirviente de la tribu... no puede esperar recibir valores sin intercambiarlos por valores proporcionales(...)
(...) Cada hombre es libre de ascender tan alto como sea capaz o quiera, pero sólo el nivel hasta el que piensa determina hasta qué nivel ascenderá. El trabajo físico como tal no puede extenderse más allá del momento inmediato. El hombre que no hace más que trabajo físico consume el material equivalente a su propia contribución al proceso productivo, y no dejará ningún valor remanente para él ni para otros. (...)
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